Ludiente peregrinaba a Sant Joan de común acuerdo con el Castillo de Villamalefa en una fecha variable de primavera. Esta peregrinación desapareció en 1.913. Se conoce el camino gracias a antiguas planimetrías y documentos referencia como el «Libro mayor de Rentas de la iglesia y clero de Ludiente», de 1.798. En el itinerario, de unos 25 kilómetros, se encuentran reminiscencias de lo que fue esta tierra el siglo pasado. La masía de la Granella, el mas Quemado, el mas de Agustina, todos evocan el trabajo de los pobladores de estas villas. Las actividades eran variadas: como la ganadería, el cultivo del cereal o la vid. Desde el mas de Campo, a mitad camino, Penyagolosa siempre guía a la persona que camina, que ya no lo perderá de vista prácticamente en todo el itinerario.
A lo largo del camino de Ludiente y la bifurcación de Castillo de Villamalefa encontramos gran variedad de ambientes. Destacan los bosques maduros, bosques y bosquetes de enebros y carrascas en canchales y pedregales, paredes, cortados y roquedos verticales sin vegetación, matorrales bajos y brezales, además de planicies con herbazales y cultivo de cereal. Dicha variedad de ambientes se traduce en una amplia variedad de aves. De entre ellas cabe destacar las tres especies de collalba, negra, gris y rubia, que se pueden detectar en el área de estudio. También se pueden observar el trepador azul en arboledas maduras o el aguilucho pálido en medios abiertos durante el invierno.
Entre los mamíferos, cabe destacar el visón americano, el turón común, el tejón común, la comadreja, la gineta, la garduña, el gato montés o el zorro común. También existe una considerable población de cabra montés. Entre los anfibios son frecuentes el sapo corredor y el sapo partero, y entre los reptiles la culebra lisa europea y la víbora.
A diferencia de los otros pueblos en los que parecía ser anual por voto, en Ludiente se votaba cada vez y la llevaban a cabo con los habitantes de Castillo de Villamalefa, generalmente en primavera. Sin embargo, solían celebrarse rogativas previas de procesión claustral para pedir las lluvias que trajesen paz y cultivos. Si llovía, la petición y el voto se daban por cumplidos. En caso contrario, se votaba ir a Sant Joan de Penyagolosa, lo que tenía lugar unas tres semanas más tarde, tiempo suficiente para pedir licencia a la autoridad eclesiástica, y comunicar la decisión al cura de Castillo de Villamalefa y al de Vistabella. Si la votación era afirmativa y llovía los días inmediatos, se iba a dar gracias, como ocurrió en alguna ocasión después de una lluvia copiosa. Peregrinaba uno de cada casa, el cabeza como norma, o uno de los hijos mayores. Tenían que ser doce y vestían sayal de peregrino. De acompañamiento podían ir cuantos quisieran, tanto hombres como mujeres.